Los medicamentos que nos cambiarán la vida

Los fármacos del futuro ya están aquí y dibujan este año la forma de la sonrisa para enfermedades como el cáncer. La hepatitis C o la esclerosis múltiple. En un camino revolucionario que personalizará del mismo modo que antiguamente en las boticas las fórmulas magistrales de sanación para cada uno de nosotros

El próximo año saldrán dos nuevos fármacos que frenarán de una manera revolucionaria la Hepatitis C, se prevé que en poco tiempo se pongan a disposición de los pacientes tres más y se consigan índices de curación de un 90%. Quien transmite esta información es Isabel Martín, jefa del servicio de Farmacia del Centro Hospitalario Universitario de A Coruña, cuyo apasionamiento abre el sentido de un oficio que ella no despega del romanticismo de cambiar el mundo. «Me sigo emocionando cada vez que llega un nuevo medicamento por el reto que supone, por estudiarlo, por apoyar a los médicos en su administración y vigilar sus efectos en los pacientes. Pero cuando sabes que se ha descubierto algo que puede modificar para siempre la historia, tu trabajo, tu esfuerzo se vuelve insuperable. Es un subidón».

Según Martín, los fármacos de la Hepatitis C evitarán enseguida cirrosis o trasplantes y habrá un antes y un después de su administración, del mismo modo que se esperan novedades en la esclerosis múltiple con tres nuevos medicamentos que están a punto de salir para modificar notablemente la enfermedad y más de diez fármacos en distintos cánceres (melanoma, pulmón, colon, mama y leucemia) que añadirán mejoras.

Mejoras en el Cáncer



«En el caso del cáncer -especifica Isabel- se trata de terapias dirigidas hacia biomarcadores, porque si algo es ya trascendente en nuestro ámbito es la individualización». Los medicamentos se harán mucho más específicos, se prepararán ad hoc recuperando de alguna manera aquella esencia personalizada de la botica en la que se manipulaba la fórmula magistral de la curación, aunque seguirá habiendo medicamentos químicos tal y como los conocemos ahora (la Aspirina, el Sintrom...).
Pero la mayoría serán de origen biotecnológico (proteínas, enzimas...) que se obtienen a través de métodos biológicos. De esta manera se podrán atajar aquellas particularidades de cada uno que harán útil el medicamento. «Antes -explica Isabel-, pongamos un ejemplo, se atendía a todos los cánceres de mama por igual, si le ponemos un color digamos que todo era azul, pues ahora sabemos que hay azul clarito, azul más oscuro, azul violeta... Porque teniendo cáncer de mama tú puedes expresar una proteína que yo no expreso y el medicamento se hará específico para esa particularidad».

Se avanzará hacia medicamentos de terapia celular y terapia génica que formalmente no tendrán nada que ver con la tableta de pastillas que conocemos. Serán inyectables que se manipularán en salas blancas, parecidas a un quirófano, y de algún modo se perderá esa capacidad tan instalada de que el paciente maneje el fármaco a su antojo. Porque en muchos casos no podrá ser ni siquiera visto por él. «Te lo servirán a la carta», sentencia Martín. Esta especie de holograma farmacológico visualiza unas farmacias muchísimo más tecnificadas, dado que la mayoría de estos medicamentos son del ámbito hospitalario y requieren mucha más atención en la preparación porque son más inestables, devolviéndole al farmacéutico el valor del druida que mantiene el equilibrio de la naturaleza. En un momento en que se sabe mucho más de genética molecular (ahora ya hay más de 8.000 dianas moleculares), se afinará espectacularmente dentro de la patología tumoral.

Fármacos Innovadores

¿Es posible en este contexto que aparezca un fármaco disruptivo que cambie por completo la enfermedad? A juicio de Isabel Martín, es más complicado. «Cada vez cuesta más dinero sacar una molécula nueva, ahora mismo alrededor de mil millones de euros, y de las 10.000 que se investigan solo una llega a ser comercializada con rentabilidad. Así que hay muchos fármacos que se quedan por el camino con un alto coste», dice.
Haciendo historia, para ella el medicamento más innovador fue la ciclosporina, cuya aparición supuso una revolución en los trasplantes, al ayudar a la supervivencia del injerto en trasplantados. A su lado, Sara González, también farmácéutica del Chuac, considera que los antirretrovirales que han cronificado el sida han sido la última gran esperanza. «Por no hablar de la aspirina, el pan nuestro de cada día», apunta.

Pero sin duda, destaca Maribel Cadavid, catedrática de Farmacología de la Facultad de Santiago, el descubrimiento de la penicilina ha sido el gran hito. «Los antibióticos son los únicos medicamentos que realmente curan -señala-, dado que en rigor solo ellos hacen desaparecer la enfermedad, matan el germen, y han salvado y salvan todavía muchísimas vidas. Aunque si nos remontamos en el tiempo también la morfina, derivada del opio, acabó para siempre con el sufrimiento».

Terapias Futuras

¿Qué pasará entonces en los próximos años? Cadavid cree que donde más progreso habrá será en el cáncer, y no se equivoca a juzgar por la iniciativa europea que esta misma semana hacía el IMI (Innovative Medicines Initiative). Una plataforma dirigida a apoyar económicamente aquellos nuevos tratamientos en las áreas en que ellos consideran hay que trabajar urgentemente. Bien porque por un lado son temas de salud importantes, que afectan a gran parte de la población y ocasionan un relevante gasto sanitario, o bien porque en muchos casos no hay terapias eficaces. El cáncer es una de esas enfermedades. Aunque el IMI define en esta llamada otras áreas de salud (artrosis, alzhéimer, resistencia a los antibióticos, fibrosis quística, enfermedades transmitidas de animales a personas como la gripe aviar...)

La Artrosis

Se estima que en el 2050 habrá 70 millones de pacientes solo en Europa. Y hasta ahora no hay ningún tratamiento que vaya dirigido a modificar la evolución de una enfermedad que sufriremos el 90 % de las personas. En la actualidad solo se trata con analgésicos o antiinflamatorios para paliar el dolor, por eso el objetivo que se establece en esta iniciativa europea es que en los próximos cuatro años se trabaje en terapias que frenen la enfermedad. «Fármacos dirigidos a estimular -explica el doctor Francisco Blanco del Chuac- síntesis de cartílagos que se destruyen durante el desgaste. La Kartogenina es una molécula que parece que tiene un efecto positivo en este sentido, serán fármacos que vayan dirigidos a estimular esa células madre y reparar el tejido».

El Alzheimer

En el 2050 lo padecerán 100 millones de personas en el mundo y es la gran asignatura pendiente. Hoy en día se trabaja en medicamentos dirigidos a la neurotransmisión, pero también en la prevención (la vacuna). De hecho, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios ha autorizado que la vacuna contra el Alzheimer del aragonés Manuel Sarasa empiece a probarse en seres humanos. También el grupo español de investigación Grifos trabaja con resultados esperanzadores en la vacuna. «Si pienso en algo que realmente cambiaría el futuro -señala Isabel Martín- es el fármaco que curase o frenase el alzhéimer. No solo por lo que es la enfermedad en sí, sino también por la carga social que representa. Por su dureza, por todo lo que hay alrededor. Ojalá pronto demos en la diana».

Resistencia a los Antibióticos

Es otra de las áreas en que existe un grave problema por el mal uso que se ha hecho de los antibióticos. En los próximos años se trabajará en desarrollar fármacos que combatan esta resistencia porque ahora mismo es la causa de muerte de 25.000 personas en Europa. Al igual que desarrollar antibióticos inhalados que curen la fibrosis quística, una enfermedad hereditaria en que los pacientes acaban necesitando trasplante y fallecen tempranamente.

El futuro ya está aquí. Y volverá a evidenciar lo esencial en farmacia y que no deja de sorprender a quienes viven su trabajo con entusiasmo: los resultados espectaculares en la administración de medicamentos. ¿Hay motivación mejor?

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